Seducir al cliente pero, no incomodarlo
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Un día a la semana ando desde la Estación del Norte a la Plaza del Ayuntamiento. Quien conozca Valencia sabrá que es un recorrido corto pero, con mucha vida y cada 10 metros, un captador de socios de alguna ONG te intenta parar. Admiro y respeto profundamente la dura labor que hacen estos jóvenes porque deben luchar con mil “¡No!” a diario…
Sé que los preparan para asumir las negativas, que tienen claras sus ratios y muchos de ellos desarrollan grandes técnicas para desempeñar sus funciones pero, en general son jóvenes con otras aspiraciones, que no esperan hacer de la venta su profesión sino una solución temporal.
Ayer entre todos estos jóvenes, tropecé con uno que era un verdadero vendedor y desplegó todas sus habilidades para seducirme, captó mi atención y despertó mi curiosidad tanto, que por un momento dudé sí quería venderme su producto o ligar conmigo… Mi respuesta: mirar al suelo y decir “gracias, no me interesa”, y continúe mi camino.
Como vendedores tenemos que ser expertos en leer el lenguaje no verbal de nuestros clientes. Su lenguaje no verbal nos va a comunicar si estamos siendo amables, o si hemos perdido la conexión con el cliente.
El tiempo que nos mira a los ojos, la sonrisa sincera y el asentimiento con la cabeza son tres de las señales que no debes de perder de vista. Todas ellas son un claro indicador de cuándo uno está resultando agradable, o cuándo se está haciendo pesado.